A veinte años de la derrota del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), desde Amigos de la Tierra América Latina y el Caribe (ATALC) conmemoramos una de las mayores victorias populares de nuestra región. Un momento histórico que marcó la defensa de la soberanía de los pueblos, la posibilidad de imaginar un proyecto regional propio y el inicio de proyectos de transformación social. Para los movimientos y organizaciones sociales de nuestra región también significó una etapa para pensar la integración de los pueblos basada en la justicia social, ambiental, económica y de género.
Esa integración desde los pueblos sigue siendo el horizonte emancipador que contrapone la solidaridad, la reciprocidad y la justicia social a la mercantilización de la vida y al control corporativo sobre nuestros territorios.
Las organizaciones y los movimientos sociales fuimos protagonistas de aquel episodio que expuso los riesgos de un proyecto de anexión impulsado por Estados Unidos. Pero más que una campaña de denuncia, fue una campaña emancipadora: una construcción colectiva que tradujo los complejos textos de negociación del ALCA a un lenguaje popular, para que nuestros pueblos comprendieran que era esa sigla, y que significaba entregar el control de nuestras economías, territorios y políticas públicas al capital transnacional. La defensa de la democracia y de la soberanía popular es inseparable de la lucha contra el neoliberalismo y el imperialismo.
Oponerse al ALCA fue oponerse al modelo neoliberal, al Consenso de Washington, a la privatización de los bienes comunes y a la desregulación de la vida. Fue decir NO a un modelo que buscaba impedir que los Estados definieran sus políticas de desarrollo, desproteger el ambiente, avanzar en la privatización y desregulación y convertir todos los aspectos de nuestras sociedades en mercancías.
La derrota del ALCA significó mucho más que rechazar un tratado: fue un freno popular a la vocación injerencista y de anexión proveniente de Washington. De ese triunfo emergieron nuevas instituciones y procesos de integración como el ALBA, la UNASUR y la CELAC, que colocaron la soberanía y la cooperación en el centro. En estos, los movimientos sociales y las organizaciones populares fuimos parte activa de la construcción de agendas regionales.
Esa experiencia nos dejó un aprendizaje profundo: el llamado “libre comercio” no es libre. Es una herramienta del neocolonialismo económico, que perpetúa la subordinación del Sur Global al capital transnacional. Ayer el ALCA, hoy los Tratados de Libre Comercio (TLC), reproducen las mismas lógicas de despojo y dependencia, ahora maquilladas con capítulos laborales o ambientales que no transforman su esencia: el avance de los principios del mercado en todas las órdenes de nuestras vidas.
El mismo poder corporativo transnacional presente en la promoción del ALCA está hoy presente en el lobby de la industria petrolera dentro de las Conferencias de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), o en los argumentos que esgrimen muchos gobiernos europeos para negarse a aprobar un Tratado jurídicamente Vinculante
sobre Empresas Transnacionales y DDHH, o también son las que promueven con falsos argumentos el cuestionamiento a la libertad sindical y la negociación colectiva dentro de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Y por supuesto, son estas mismas empresas transnacionales las que financian y lucran con guerras y genocidios, las que saquean territorios, promueven el extractivismo y destruyen los medios de vida de millones de personas.
Bajo la apariencia de acuerdos para el desarrollo, los TLC profundizan un orden global injusto y asimétrico, en el que las reglas están diseñadas para proteger las ganancias del Norte Global y del capital transnacional.
Por eso, desde ATALC reafirmamos que la disputa actual por un nuevo orden económico internacional es más urgente que nunca. El marco de comercio entre países debe estar basado en la justicia, el derecho al desarrollo y el respeto de la soberanía y autodeterminación de los pueblos. Democratizar el multilateralismo desde una perspectiva de los pueblos y construir un mundo multipolar implica también transformar el modo en que nos vinculamos comercialmente: el comercio debe ponerse al servicio de los pueblos y de la vida, no del lucro corporativo.
Hoy, a 20 años del NO al ALCA, celebramos la victoria de los pueblos que se levantaron contra el neoliberalismo y decimos una vez más:
No queremos libre comercio, queremos soberanía.
No a la mercantilización de la vida, sí a la integración de los pueblos con justicia, solidaridad y respeto de los derechos colectivos.
Por una verdadera Patria Grande justa y democrática.
Desde América Latina y el Caribe, redoblamos nuestro compromiso con la cooperación, la justicia ambiental, social, económica y de género y la integración regional desde los pueblos, como caminos hacia la emancipación y la vida digna.
Amigos de la Tierra América Latina y el Caribe (ATALC)